La madeja se crea en un hilo continuo e infinito que se deja arrastrar por los resquicios,
por la falta de preñez de las malabaristas inquietas que apenas dan torpes pasos en su cajita de nácar.
Nadie se atreverá a contradecir que el firmamento no se ha llenado de puntitos de luz difusos por las gotas de lluvia.
Solo los que posean la paz de aquellos a los que se las arrebataron, podrán manejar sus dedos sin el miedo a trepanar los corazones de los otros, sus pupilas grises y huecas, dejando tan solo sus cuencas y su pecho dormido.
No. No es todo esto lo que dicen mis palabras y mi fe.
Es solo que no puedo dejar de contradecirme, que no puedo dejar a un lado mi memoria.
Sueños de cuento.
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El mundo en el que vivimos no deja de sorprenderme y en una época en la que
viajar y disfrutar de las grandes ciudades se ha convertido en el mayor
pasat...
Hace 14 horas
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