Mi vista se detiene en encinas dispersas y achaparradas a través del desgastado cristal del ferrocarril, cadenciosa y ausente, como queriéndose evadir del mundo real y crear uno ficticio y más, a su manera, real y cercano.
Escucho una cadenciosa canción, en inglés, que hace que vea mi alrededor como un estado líquido. Mi presencia sumergida en él como un extraño océano de aire en el que flotaran miradas cansadas y conversaciones intracesdentes.
La luz es ahora suave y comienza a tornarse rojiza: el Sol cae.
Pronto oscurecerá.
Sueños de cuento.
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El mundo en el que vivimos no deja de sorprenderme y en una época en la que
viajar y disfrutar de las grandes ciudades se ha convertido en el mayor
pasat...
Hace 23 horas
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