domingo, 21 de marzo de 2010

Peonza


Cuando llegó a casa, Marta dejó su abrigo raído y manchado de aceite colgado del clavo de la habitación, dejándose caer ruidosamente sobre el colchón de su cama.


Tenía ocho años y una peonza brillante en su bolsillo izquierdo. La había recogido de la acera, con la punta ligeramente roma y la pintura descascarillada.


Sacó del bolsillo el objeto con dedos temblones y, tras mirarla largo tiempo, la lanzó con todas sus fuerzas contra la ventana.

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