un humo de tormenta anunció
que el fin del mundo estaba cerca.
Los gritos comenzaron a huir
por las carreteras y las turbinas
de los aviones de pasajeros.
Tú y yo nos quedamos.
Éramos la única pareja de enamorados
que aún se aferraba a sus labios.
El resto era silencio.
Percibí tu último aliento
en el mismo instante de la demolición.
El amor, cuando es de verdad, no teme a nada, ni siquiera las demoliciones.
ResponderEliminarCierto... A nada ni a nadie.
ResponderEliminarGracias por pasearte de nuevo por aquí, ahora niña imantada! ;)