Mi voz agrietada y sucia; las yemas de mis dedos no consiguen atrapar los silencios ni las sombras; la chica de que se enreda el oscuro bucle de su pelo entre su dedo índice no hace más que mirarme con todo su vacío.

Y de nuevo las gotas de lluvia vuelven a caer de entre los ritmos y los acentos, sobreviviendo en escalas monocordes deonde el sueño es el fin que se persigue en el insomnio más extraño del mundo...
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