Natalia tenía ocho años y nunca había visto las estrellas. Cada noche, desde su pequeña habitación, dirigía su mirada hacia el cielo e intentaba ver alguna de aquellas constelaciones que tanto había oído hablar en el colegio. Pero solo veía una luz lechosa y difusa que emborronaba el firmamento.
Un día, cansada de ver estrellas solo por los libros, preguntó a su abuelo que cómo podía llegar a verlas de verdad.
- Debes irte lejos de aquí. Donde la luz no las oculte-respondió su abuelo.
- ¿Cómo de lejos?
- Cuando caiga el Sol, camina hasta que dejes de ver tu sombra bajo tus pies. Entonces, levanta tu mirada. Allí, verás tus estrellas.
Entonces, cuando todos dormían y el Sol hacía ya mucho que había caído, Natalia fue en busca de las estrellas. Caminó y caminó hasta que su sombra desapareció bajo sus pies.
...Y levantó su mirada al cielo...
Y vio cientos, miles de estrellas sobre su cabeza. Pero había caminado tan lejos que ya no sabía donde se encontraba. Así, que se agachó, se quedó muy quieta y no dejó de mirar por encima de su cabeza.
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Hace 5 semanas
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