viernes, 25 de febrero de 2011

Distancia

Las palomas picoteban a sus pies. Natalia dirigía la mirada a sus manos, inquietas y frías. Comenzó a hablar casi en un susurro.

- ¿Cuánto tiempo ha pasado?
- No lo sé. Hace meses que dejé de contarlo.
- Ya.
- Sabes, aborté hace un mes por una subida de azúcar.
- Lo siento.
- En realidad no sé si quería tenerlo. Nunca supe de quién era.
- Yo lo voy a dejar con David. No aguanto más sus manías y sus celos. Te acuerdas de David, ¿no?
- Claro. Estaba coladita por mí hasta que se cansó de que le diera largas y se fue a por ti.
- Ya. Lo sé.-un momento de silencio y después...-Me contó lo vuestro.
- Solo fue un polvo. Y además estábamos los dos bastante pedo.
- Siempre gustaste más a los hombres.
- Supongo.
- ¿Por qué hemos quedado aquí?
- ¿Y por qué no? Es una lugar como cualquier otro.
- Pero sabes que odio a las palomas.
- Perdona. No me acordé. De veras que lo siento. Si quieres vamos a otro sitio.
- No. Da igual.

Se quedaron en un silencio denso e inagotable. Paula, sin dudarlo, se levantó con brusquedad.
- Me tengo que ir.
- ¿Nos volveremos a ver?
- No lo sé.
- Me ha gustado volver a verte.
- A mí también.
- Parece que va a llover.
- Sí. Eso parece.

Un ligero viento húmedo y frío agitó las hojas de los plátanos. Comenzaba a oler a tierra mojada y a sentirse el escalofrío sobre los brazos aun no cubiertos lo suficiente a esa altura del otoño.
Cuando las primeras gotas de lluvia cayeron por sobre los tejados y las cortezas de los árboles, Paula y Natalia ya estaban muy lejos de allí.

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