domingo, 16 de mayo de 2010

Huída al interior

Una frágil lluvia caía sobre los tejados de Gijón cuando los vagones comenzaron su lento deslizar sobre los raíles. Atrás dejó la ausencia de un beso, las ataduras de un cuerpo y la agonía de la noche. En el camino, cuando el tren se aproximaba a Pucela, entró al vagón-restaurante. Pidió un manchado y se fijó tras el ventanal. Sintió a su espalda el aliento acostumbrado. Pero se volvió y percibió tan solo una sonrisa. Llegó a Chamartín con los rayos de Sol entrometiéndose en sus pupilas. Lo había logrado: por fin escapó de las cenizas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario