Eran unos codos rectilíneos y suaves. Sin rozaduras ni llagas visibles. Eran la perfección echa articulación humana. Me pasaba el día acariciando sus codos. Besándolos.
Pero detrás de ellos estaba Graciela. Y era una carga demasiado pesada para aguantarla.
Así, que evidentemente, la historia de amor terminó en formol y gasas esterilizadas.

No hay comentarios:
Publicar un comentario