martes, 31 de agosto de 2010

Tejer

Pasear callejuelas desconocidas hurdiendo secretos entre huella y huella

Inventar paisajes hechos de sueño y bruma.

Buscarse entre la multitud figurativa -ausente- armados con su nariz y su boca.

jueves, 26 de agosto de 2010

Historias...

Una tarde caliente y agosta, paseando por una de esas plazas pequeñas de piedra de un periférico pueblo de Castilla que me permitireis que no recuerde su nombre, una encogida y experimentada anciana comenzó a hilarme una de esas historias que se cuentan desde hace tiempo y tiempo.

Decía que en el lugar donde descansa un moribundo aparece un cartero, un repartidor, una esbelta mujer preguntando por una dirección que nunca se consigue concretar,... Siempre alguien tan en sombra y difuso que nadie recuerda cuando se ha marchado. Poco después el moribundo expira. 

"La muerte, supongo", dije con cierto aire de sorna. "Para los afortunados sí, por supuesto", me respondió silabeando las palabras. "¿Y a los que no tienen suerte?", pregunté con curiosidad. "¿Quizá el diablo...?", me soltó sonriendo ladinamente mientras se marchaba, dejándome con la palabra en la boca.



Ilustración: http://ilustrarsobrerieles.blogspot.com/

domingo, 22 de agosto de 2010

Encuentros

Andrés detuvo justo a tiempo la puerta del ascensor. Aliviada, entró con prisa María, delgada y bien vestida, con una nariz y unos labios impecablemente esbeltos, que dejarían entrever una singular belleza sino fuera por la extraña máscara de cocodrilo que cubría su rostro. Andrés, con su traje roído y previsible, solo acertó a musitar su piso de destino y el agradecimiento por las felicitaciones de Navidad.
El ascensor se paró entre el segundo y el tercer piso cinco segundos después. Los gritos tardaron más de veinte minutos en sofocarse. Las palabras de consuelo y el beso en la mejilla no aparecieron hasta pasados veintitrés minutos.
La máscara fue la última en desprenderse cuando los dos ya estaban desnudos.

sábado, 21 de agosto de 2010

Abecedario

La letra M mayúscula se levantó de su pupitre para responder a la pregunta de la profesora: "Qué
hacemos con los paraguas cuando no llueve?" La letra M mayúscula vacila y no sabe qué responder.
"Los hundimos en el océano" le susurra j minúscula detrás de él. Pero M mayúscula está demasiado
ofuscado y nervioso para oir el chivatazo y se queda en silencio hasta que la profesora suspira
hondamente y le dice que se siente a la vez que exclama: "Hoy no habrá más tizas de colores"


domingo, 8 de agosto de 2010

Aburridos

Eres aburrido
Solo cuando estoy contigo
¿Por qué?
Porque me gustas demasiado.
¿Y eso?
Ya ves, el amor y sus retorcidas ideas.
Aun así sigues pareciéndome aburrido.
Lo sé.
¿Y ahora?
No sé. Probemos...
Está bien. Total no tengo nada que hacer el resto del día.


jueves, 5 de agosto de 2010

Rutina (5)

Despertador. Dos minutos más... Agua. Cuchilla. Café. Tostada y mantequilla. Vagón. Gente. Prisa. Números y números. Descanso. Números y números. Vagón. Cocina. Vitrocerámerica. Calor. Tenedor. Filete. Patatas. Dientes. Lengua. Me voy. Hasta la noche. Beso. Vagón. Gente. Prisa. Números y números. Vagón. Cansancio. Sofá. Luz tonta. ¿Qué tal el día? Como siempre. Respiración profunda. Hastío. Habitación. Sábanas. Roces. Estoy cansado. Pero... Estoy cansado, mañana. Buenas noches. Buenas noches. Media vuelta. Media vuelta. Despertador. Dos minutos más... Agua. Cuchilla. Café. Tostada y mantequilla. Vagón. Gente. Prisa. Números y números...

lunes, 2 de agosto de 2010

La Charca

A esa hora todo parecía desaparecer. En el patio solo se sentía el lejano chirrido de las cigarras o, a veces, el leve zumbido de algún moscardón. Me encantaba caminar por allí, curiosear dentro de los agujeros de los ladrillos en busca de arañas u hormigas. Solía meterme en la en la cochera y abrir uno a uno todos los cajones. Lo revolvía todo en busca de algo que hiciera cambiar aquella tarde tan silenciosa. Pero aquel día ya era distinto. Después de que mi abuelo acabara de dormir y yo de merendar y mis primos de estar en casa de sus abuelos, iríamos por el camino del horcajo. Normalmente solo lo recorríamos hasta el cruce o hasta que el abuelo nos mandaba a casa para cenar, pero esta vez íbamos a llegar mucho más lejos.