lunes, 22 de febrero de 2010

Cruzados

¿Por qué cuando deseas atrapar los labios más hermosos del mundo...

se convierten en arena tan solo al rozarlos con la punta de tus dedos?

(¿Y por qué cuando otros labios desean atrapar los tuyos

tu solo quieres la distancia?...)


viernes, 19 de febrero de 2010

Amor anatómico

De Graciela no me gustaban sus labios. Ni sus caderas. Ni sus ojos. Ni tan siquiera su forma de besar. Lo que más me gustaba de ella eran sus codos.
Eran unos codos rectilíneos y suaves. Sin rozaduras ni llagas visibles. Eran la perfección echa articulación humana. Me pasaba el día acariciando sus codos. Besándolos.
Pero detrás de ellos estaba Graciela. Y era una carga demasiado pesada para aguantarla.

Así, que evidentemente, la historia de amor terminó en formol y gasas esterilizadas.


miércoles, 17 de febrero de 2010

La Ciudad

Pequeño destello de uno de los grandes poetas en la actualidad: Luis García Montero
Se hacen de hormigón y de cristal,
de lugares extraños y gentes ocupadas.
En todas crece un árbol
delante de la casa de un suicida
y hay niños que acostumbran a dormirse
soñando con un perro.
No faltan desayunos en hoteles lujosos,
ni tampoco familias con jardín,
pero son más frecuentes
los portales oscuros con parejas de novios,
el beso frío,
la rosa de cemento en la ventana.


Las calles desembocan en plazas descompuestas,
las tardes de domingo en las cafeterías
y el humo de los coches en los ojos del loco
que murmura sus años
y los cuenta sin fin
de metro en metro.
Al salir de los túneles sentimos
que los cielos de agua
son igual que una carta del pasado,
y suele comprenderse
que la vida es un arma lenta y de doble filo
en los pasos sin nadie,
en las noches vacías
o en la debilidad que tienen las ciudades
por los cines de barrio
y por las taquilleras muy pintadas.

A pesar de los plátanos, los olmos y los tilos,
a pesar de la hierba, si es que hablamos del Norte,
la gente nos mira,
la gente que se salta los semáforos,
la que fluye delante de las tiendas,
necesita el amparo de otra vegetación,
un sigilo de números y tarjetas de crédito
que extiende sus raíces por los sotanos
y busca la soledad en los desvanes
como los muebles y las ratas viejas.

No es inútil viajar,
porque es cierto que todas las ciudades
amanecen de un modo parecido,
pero la noche llega en cada una
de manera distinta.
De día pueden verse
secretarias, conserjes, policías,
músicos callejeros y soldados,
dependientas que escuchan y sonríen,
oficinistas con olor a instancia,
conductores, extraños sacerdotes,
ejecutivos humillados.
Igual en todas partes,
porque apenas existen los kilómetros.
Pero existe la noche,
la soledad que borra los oficios
en un mundo habitado solamente
por hombres y mujeres,
confidencias de amarga valentía.

En las ciudades pueden encontrarse
relojes que se paran en la última copa,
la luna sobre un taxi
y todos los poemas que te escribo.

LUIS GARCÍA MONTERO
Completamente Viernes; Tusquets Editores
Poesía Urbana; Ediciones Renacimiento

martes, 16 de febrero de 2010

Decepción



Se aproximan fechas de vacaciones y ella asume con seguridad que él estará allí cuando vuelva a su tierra. Se sienta a mi lado resoplando con un aire alegre en el gesto. Es una mujer joven, ya en la treintena, que porta un gran bolso de donde saca un libro recién estrenado ("La sombra del viento" una vez más). Pero tras unos momentos de lectura, su móvil resuena en el bolso. Contesta con un lejano acento del norte de España, gallego por la melodia ascendente al final de sus frases.

Sin poder, o sin querer remediarlo, escucho su conversación. Sin embargo, no estará allí. Su rostro cambia de gesto mientras intenta digerir la mala nueva. Un nuevo resoplido, esta vez de desesperación y enfado, a la vez que cuelga fulminante con la tecla roja de su teléfono. Se queda mirando la pantalla, lo guarda de nuevo en bolso y se queda con la mirada vacía hasta que llega su parada.

lunes, 15 de febrero de 2010

Giros

Las sombras se suceden tras los cristales grises. El tren traquetea despacio y monótono. En uno de sus gastados compartimentos dos pétreos viajeros se sientan uno frente al otro. Están completamente solos en todo el vagón. Hace demasiado tiempo que nadie, ni siquiera el revisor, interrumpe el tenso silencio de los pasajeros.
Ambos parecen sacados de un mismo molde (traje gris, corbata oscura, maletín de piel y zapatos a juego). Pero el tren se frena bruscamente.

- Vaya, ¿qué habrá sucedido?.
- Un semáforo en rojo.
- ¿Tu crees?.
- Intuyo.


El silencio retorna, haciéndose ahora más pesado e ingobernable. El tren, sin embargo, sigue su trayecto sin pausas dramáticas.
Uno de los viajeros mira mecánicamente su reloj. Su compañero de vagón clavó su mirada en aquel hombre simétrico. Observó sus oscuras cejas, perfectamente niveladas; sus impenetrables pupilas negras; su nariz de corte egipcio; su estirado cuello de jirafa, oculto tras su impoluta camisa.
Quedaba poco para llegar a su destino y aquel hombre era lo único que tenía. Abrió su maletín y levantándose con mucha precaución, mostró su contenido a su compañero de viaje.

- ¡Un Kikirú!.
- ¿Cómo sabes qué es?.

Y abriendo su maletín, se levantó con mucha precaución y mostró el contenido de este.

- ¡Un Kikirú!.

Y el tren llegó a su destino.

jueves, 11 de febrero de 2010

Subterráneo

Intentar creer que todo tiene algún significado
es solo la débil esperanza de aquella locomotora
que se desvanece en lágrimas bajo las olas del mar.

Pero es demasiado simple pensar en un deseo
tratar de sostenerlo entre tus manos hasta que se transforme
o balancearlo sobre tu vientre hasta que desaparezca.
Solo escucho tu silencio atrapado en la cornisa de un reloj
y escapo hacia ti como una huella asustada y dolorida.


En días así mi espejo me reprocha que aún sigo ahí
mirándome...
Y yo solo me atrevo a contestarle que no a todo
y a que más da si todo se reduce a uno mismo.
Entonces me doy cuenta de que escribo sobre mí.

Y tiemblo...

Aunque solo sean palabras y no las entienda nadie.

Es ahora mi sombra la que me pide que vuelva con ella,
la que se agazapa a mis pies
y no deja de mirarme por encima del hombro.

Le digo que nunca más y que no hay trato.

Ella me mira y simplemente sonríe.

Y qué importa si solo quedan cristales y lluvia.
Las constelaciones seguirán pasando de mes en mes
y mis palabras lograrán encontrar su refugio.

Yo aún sigo aquí, con mi visión de asfalto
Y mis manos de papel
esperando que resuciten las sirenas.

Siempre en silencio.

Siempre en eternidad.

martes, 9 de febrero de 2010

Un relato inesperado

Lo encontré en el punto más lejano de sus pupilas. Estaba oculto entre sospechas y andenes, perdido entre la muchedumbre de unos rostros sin rumbo.

Se encontraba aterido y hambriento. Su cara estaba profundamente demacrada y sus ojos eran tristes y apagados. Lo llevé a visitar los rincones más elegantes de la ciudad, a surcar el firmamento para observar la belleza del silencio colgado tan solo por la punta de una
estrella. Poco a poco fue recuperando la energía, sus ojos brillaban ahora con más fuerza y su vida ahora tenía sentido.


Se llamaba, digamos que María, y nos casamos una hermosa mañana de Abril.

viernes, 5 de febrero de 2010

La reina de las Nieves, Carmen Martín Gaíte

Era uno de esos libros que encadilaban pero que no terminaba de llenar. Fragmentos maravillosamente descritos que te hacían sentir la historia junto a tramas difíciles de seguir y demasiado ambíguas. Pero Leonardo Villalba, uno de los dos protagonistas, decide montar en la moto de una chica a la que acaba de conocer en una de esas largas noches y subir hasta su casa. Allí, lejos de suceder lo previsible, se esquina y se refugia en la habitación de la compañera de piso de la chica.
Un capítulo que, ahora que lo he releído, fuera el que me hizo decidir definitivamente mi vocación por las palabras.

"Almu seguía de espaldas, asomada a aquel escenario que yo aún no conocía. El tono de la música había descendido hasta convertirse casi en un murmullo.
[...]
El teléfono dejó de sonar y se oyó un diga entre sensual y quejumbroso. Luego ya no se oyó nada más, porque Mónica salió al pasillo precedida por el perro y cerró la puerta. Traía en brazos una bolsa de deporte rebosante de libros. Cuando me descubrió allí sentado detrás del perchero, se sobrecogió tanto que algunos se le cayeron en cascada, porque los de arriba venían en equilibrio bastante inestable. Me vi arrodillado en el suelo recogiéndolos.
- ¡Madre mía, qué susto oye! Pero, ¿quién eres tú? ¿Has venido con Almu por casualidad?
- Sí, por pura casualidad. Pero deja, no te agaches, que se te van a caer los demás. Ya te los llevó yo, tranquila. ¡Hombre, El miedo a libertad, mira por dónde!
- ¿Lo quieres? Es de los que dejo. Me voy de viaje para mucho tiempo, ¿sabes?
- Sí y no-contesté.
Me había puesto de pie con los libros en brazos, y nos miramos. Tenía los ojos color de avellana y me exploraba con una curiosidad complaciente.
- ¿Cómo que sí y no? Parece un acertijo.
[...]
- Siéntate si encuentras dónde-dijo-, que ahora salgo. Y tomátelo con calma.

[...] Unas veces dirigía mis ojos al resplandor fanstasmal de las farolas rodeadas de niebla fuera, en la calle, y otras al espacio semiencubierto donde aquella chica se afanaba por ordenar un caos cuyas referencias se me escapaban por completo.
- Lo digo-continuó-, porque cuando Almu se pone a hablar por teléfono con Clemente, ya la conoces.
Miré hacia allá. Mónica estaba de espaldas, inclinada sobre la cama doblando unas prendas de ropa. Tenía unas piernas muy bonitas.
- No-dije-, no la conozco de nada.
[...]
Pasó bastante rato y yo disfrutaba del placer de estar leyendo cerca de alguien que no te molesta. Una paz compartida, sin estridencias, como si nos conociéramos de toda la vida.
Algo semejante a ponerse a bailar con una persona que acaban de presentarte y notar ese acoplamiento inmediato y sin tropiezos que suele conseguirse en general tras esforzadas horas de ensayo.
Mónica tenía la costumbre de subrayar algunos párrafos con lápiz, cuidadosamente, y también de apuntar reflexiones al margen. No tardé en reconocer su letra esmerada y pequeña. Porque era la misma que se repetía siempre. Y contrastaba ese gusto por tomar notas de lectura con el desprendimiento que se traslucía en la disponibilidad de regalar sus libros. Me llamó la atención una frase cruzada en el ángulo superior de un capítulo: ´Los recuerdos son tiempo sagrado. El peregrinaje por los lugares que evocan recuerdos (sobre todo si se lleva a cabo a solas) tiene una riqueza purificadora para el alma, re-nueva´"

La Reina de la Nieves
Carmen Martín Gaite
Editorial: Anagrama

miércoles, 3 de febrero de 2010

La pareja

Una chica joven, de cabello largo y rizado se ensimisma tras unas gafas estilizadas en un grueso libro de oposiciones a maestra.
Ante ella se sienta una extraña pareja. Una mujer de aspecto desgreñado y de cara consumida se agarra del brazo de un joven negro, corpulento y de apariencia sana. A veces se miran... Él sostiene con una de sus manos su bufanda verde y la sonríe con complicidad y cariño. Ella le devuelve la sonrisa y le besa suave en los labios, refugiándose sobre uno de sus amplios hombros.

martes, 2 de febrero de 2010

Haiku

Poema de origen japonés, con diecisiete sílabas distribuidas en tres versos: 7 en el primero, 5 en el segundo y 7 en el último. Aludía generalmente a las estaciones del año, lo que conllevaba a la mención simbólica de la naturaleza. A Europa comenzó a llegar a fines del siglo XIX y desde entonces hasta la actualidad han sido muchos los poetas que han
usado esta peculiar forma poética, desde Antonio Machado hasta Benítez Reyes. Hoy los temas son ya muy diversos, dejando atrás la antigua tradición temática.

Se dice que el haiku debe ser simple y eficaz como un golpe de viento, la esencia pura de la naturaleza...

Yo, hace algún tiempo logré formular este:


Mi ojo triste agoniza
en el temblor
de tu tacto de estrella.